Monday, March 10, 2008

El Museo de El Prado y sus encantos (3)

















Viajar a España sin visitar el Museo de El Prado, especialmente para quien ha hecho del arte parte de su vida, es inconcebible.

El Prado es uno de los mejores museos del arte occidental y específicamente europeo. No se trata de hacer comparaciones odiosas y equívocas con otros, igualmente valiosos, sino de subrayar el raro encanto que en mí ejerce este museo. El Museo de El Prado para mí tiene los siguientes encantos: sus espacios son amplios y cómodos, pueden las personas visitar hasta el cansancio su pabellones y galerías, encontrar donde sentarse tomar un aire y lo mejor, de pronto quedarse sentado mirando uno a uno cada pabellón con sus cuadros, ver a cierta distancia cada cuadro de un autor determinado, después de que los ha visto en detalle o al contrario, es gratificante para los sentidos y para el espíritu.

Esto no es banal, ya que he encontrado que hay muchos museos y exposiciones, donde se siente que la idea fuera, que los visitantes no se paren, y estén circulando todo el tiempo.

“Visitar” muesos es un acto lúdico, al menos para mí muy alto y sublimante. Hay un halo de luz y energía, que me invade y me con-mueve en grado sumo. A nivel de lo sublime, en el sentido psicoanalítico, es estar no con uno, sino con varios dioses, es decir con varios creadores. Cuando las obras de arte nos “tocan” es por que nos transportan a un “estado iniciático”, donde uno siente que está frente a una Obra y a un Autor que no es cualquier autor, sino un CREADOR, es decir un Dios!

Al lado de esta extraña emoción, añado éstas que hacen parte del discurso estético y semiológico: el mensaje, el contenido, la forma, la manera cómo se expresó, las luces, aquello que señala y nos conduce a poder entender o leer la obra, pero también están las oscuridades aquello que el autor tapó u ocultó sea porque lo deja en penumbra para inquietarnos o sea porque esas sombras hacen parte de su obra y de su vida: lo “inacabado”, lo abocetado, lo sugerido ( ver próximamente mi escrito sobre Giacometti)…

Es en ese contenido donde se da el juego muy subjetivo, en la con-formación del Gusto del Sujeto. El juego entre lo real o lo irreal, aquello que nos apasionada y conmueve como aquello que nos rechaza y hasta arremete. Es también el juego de los elementos de la obra con nuestras psiquis y nuestros gustos que a partir de nuestros propios fantasmas nos permiten de-gustar o rechazar una obra, un cuadro o un autor. - El adagio popular dice que “en cuestión de gustos no hay disgustos”-. Pero lo más preocupante, es cuando descubrimos que las luces que creíamos eran las que nos había dado el autor no eran necesariamente las que nos llevan a la verdad de la obra sino que detrás de esas luces está el encegecimiento, que nos hizo creer que la verdad de la obra estaba en la luz, cuando descubrimos que era lo contrario: La verdad estaba en la penumbra o en lo oscuro o en lo escondido. Una obra es “un misterio” ya que puede no darnos todos los elementos de una vez para su comprensión sino que exige de nosotros estar alertas para no caer en las trampas de una verdad que no se dice crudamente,“la verdad desnuda”, ya que como decía Nietzsche:. La verdad es mujer y púdica.

Es que volviendo atrás en eso de los gustos, toda obra de arte exige una toma de partido. No solo un concepto sobre el arte y la obra que se mira sino también una posición. La mía es esta: yo hago propio el reclamo que hacía Van Gogh de encontrar la mayor belleza en las obras de arte. Siempre que veo un cuadro intento encontrarle un gusto. A veces el snobismo, e el pedantismo, el diletantismo son posturas en el fondo, de in-capacidad para encontrar algo, sino “bello” por lo menos interesante, en la obra de arte más fea. Adelante trataremos de hablar de todas estas ideas que aparecen al estar confrontado con tantas obras y tantos autores como aparecen en El Prado.

El otro aspecto a resaltar en el Prado es su carácter histórico. Pasar por cada uno de sus pabellones -cosa que no se logar en una sola visita- es pasar por toda la historia del arte europeo y occidental a la vez que pasar por la visión de su historia desde la plástica. Los grandes eventos de Europa están allí narrados y la pluralidad de pueblos, y culturas aparecen con fuerza en sus pabellones y galería a través de sus grandes autores. A la vez que las escuelas y tendencias van mostrando la evolución tanto de la cultura europea como de los hombres que produjeron en una época histórica y concreta tales obras. Por eso El Prado es como un libro que uno va pasando sus hojas y va redescubriendo pueblos, culturas, formas de ser y vivir, así como sus formas de sentir, comer…vivir. Es que el arte es vida y poder deleitarse en el arte es poder vivir!

Sean estas ideas algo deshilvanadas,- se trata más de un testimonio que reflexiones formales- las que me permitan seguir adentro de este periplo. Cómo decía al comienzo de estas notas de viaje, la idea de ir a Madrid era acabar lo que dejé insinuado en mi último viaje. Visitar la Pintura negra de Goya. Por eso cuando llegué a allí. Me lancé rápidamente donde el gran sordo, tratando de hacer caso omiso de otras tentaciones y especialmente de Velásquez. Cuando entré me dije que ya Velásquez, lo conocía, lo había estudiado, lo había degustado y por tanto no podía detenerme en él…como si eso fuera posible!! Resulta que estaban presentando una exposición de sus obras en relación con los Mitos y Leyendas, y al llegar allí…ni les cuento o mejor tomo aire para contar esta anécdota…en la próxima

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